7/2/08

Saber


Hoy desperté y encontré sobre la mesa, un sobre que decía mi nombre, lo tome y lo volví a dejar, sabia que algo no andaba bien. Fui al cuarto, la cama desecha, la ducha prendida, sabia que algo no andaba bien. Un gran escalofrió recorrió mi cuerpo, una fuerte corriente de viento venia desde el gran ventanal del living.
Me acerque, mire para abajo y en la calle, una multitud de personas, desde niños hasta ancianos, policías y doctores. La sirena de la ambulancia aturdió mis oídos. Mis ojos, dilatados por la situación, lo vieron. La vieron.
Acto seguido sonó el timbre de aquel octavo piso donde yo había crecido.
Atendí el portero, y era un vecino, queriendo averiguar si yo me encontraba en casa, corte sin contestar, tome algunas cosas que me servirían tiempo después, y corrí, corrí rápidamente dejando atrás lo que había vivido. Si, escape, escape por miedo, miedo a la muerte.
Años después me encontraba en una iglesia. Orándole a la virgen, allí había encontrado refugio, en el reino de mi dios. Me aferre a la fe, y creí, creí que esto me salvaría, la salvaría.
Allá en el barrio donde yo vivía pensaron que yo había viajado tomado unas vacaciones, unas largas vacaciones.
Yo estaba muy lejos de ahí, pase duras noches, me persiguieron mis miedos, ella me persiguió.
Los curas llegaron a pensar que yo estaba loca pero yo no estaba loca, ellos me preguntaron y yo conteste. Quisieron saber por que cada mañana aparecían nuevas marcas en mi cuerpo, y decidí contarles la verdad: que cada noche ella me dañaba, no me dejaba dormir, me decía al oído: “No fue así, No fue así”.
Hasta hace un tiempo yo me había resignado a creer que mi madre se había dejado caer, que mi madre se había quitado la vida.
Estuve internado en un psiquiátrico, mis manos y pies estaban atados a la camilla. Se excusaron diciéndome que me auto lastimaba. Los días y las noches en aquel cuarto de cuatro paredes se hacían interminables. Las marcas habían desaparecido, pero ella venia cada noche a visitarme, me hablaba de mi infancia, me hablaba con cariño pero con tristeza. Una noche me desperté de un sueño profundo. Sabía que algo no andaba bien, ella se encontraba allí al pie de la cama mirándome. Sabía que algo no andaba bien. Mis manos y mis pies ya no estaban atadas, y llorando me dijo: - No fue así, No fue así, pero ¿porque? ¿Por qué me arrojaste? Yo me levante, y con una lágrima en la cara me acerque a un gran ventanal del cuarto, lo abrí y me arrojé.

- No, no me preguntes porque, no me preguntes por que te cuento esto a vos. Lo que pasa es que sos el único que me puede escuchar y ver.

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